Rubio: los cuadernillos que enseñaron a escribir a España están otra vez de moda>


Entre sus primeros recuerdos de niño, una colchoneta de goma espuma azul. De fabricación casera, el pequeño Enrique se tumbaba en ella para sobrellevar mejor los largos viajes en el Renault Gordini, también azul, de su padre Ramón Rubio (1924-2001). La familia se recorría España para vender sus cuadernillos. Los cuadernillos Rubio. «No todas las carreteras estaban aún asfaltadas», recuerda el hoy director general de Cuadernos Rubio, Enrique Rubio (1959), segunda generación de la editorial de los míticos pliegos amarillos y verdes. Con su tamaño A5, millones de niños españoles reforzaron –reforzamos– la caligrafía y las matemáticas en los años 80 y en los 90 del pasado siglo.Desde que comenzaron a editarse, en 1956, Cuadernos Rubio ha vendido más de 325 millones de ejemplares. Pero su éxito no fue inmediato. De aquellos largos viajes, Enrique también recuerda que «los colegios, en su mayoría religiosos, no le abrían las puertas a mi padre, o le hacían esperar mucho». Pero él no se rindió. Desde su creación, la firma ha vivido diferentes etapas, pero lejos de quedar convertidos en un recuerdo ‘vintage’, Rubio asegura que están en sus mejores años . En las últimas tres décadas han triplicado su facturación, ampliando su público. Además de para niños, editan cuadernillos para mayores y amantes de la caligrafía creativa y el ‘lettering’ –el arte de dibujar letras–. «El producto, seguramente, fue muy avanzado para su época. de hecho, hasta finales de los 70 e inicios de los 80 mi padre lo pasó muy mal»Coincidiendo con el centenario de su fundador, don Ramón Rubio, la firma ha lanzado una edición limitada conmemorativa de uno de sus primeros cuadernos. A la vez, ha inaugurado nueva sede, que alberga, en Paterna, Valencia, sus oficinas y la imprenta. La primera que tuvo la empresa se instaló en la casa familiar. «Era una de aquellas imprentas artesanales en las que las copias se hacían una a una», recuerda Enrique Rubio. Aquello fue ‘Al principio’ de Cuadernos Rubio. Viajamos en el tiempo para saber qué pasó después.De Ramón Rubio dice su hijo Enrique que era «una persona muy trabajadora». Desde que se levantaba hasta que se acostaba, relata, estaba «haciendo cuadernillos: componiéndolos en la mesa, pegándolos, haciendo operaciones «. Su hijo lo recuerda como un padre divertido, al que le gustaban los acertijos y resolver problemas y operaciones matemáticas. De niño vivió en Geldo, un pueblecito de Castellón. Su familia era »bastante humilde«, especifica su hijo. Pudo estudiar, pero al contrario de lo que pudiera parecer al pensar en Cuadernos Rubio, lo hizo para lo que hoy sería Empresariales: Profesor Mercantil. Terminó y empezó a trabajar para el Banco de Aragón. En Valencia. La misma ciudad en la que sólo un poco después empezó con la docencia. El regreso de lo manual en la era digital Ramón Rubio (abajo a la derecha) arrancó su negocio en una academia (arriba). Hoy, facturan más que nunca CEDIDAS POR LA FAMILIA RUBIO En la Academia Rubio, que él mismo montó, y durante unos años compatibilizó con su empleo en la banca, enseñaba contabilidad y cálculo, disciplinas muy demandadas por las empresas. Para agilizar y hacer más productivas las clases «creó una especie de fichas de ejercicios , donde se trabajaba la grafomotricidad, las sumas, las restas, las multiplicaciones… Tan importante como hacer bien las cuentas era tener buena letra«. En aquellos años, casi todo se hacía a mano.Le preguntamos a Enrique si su padre tenía buena letra: «Muy buena letra, y además, hilada». En pedagogía, demostrado queda, también tenía buen olfato. «Esas fichas las probó en un colegio de Valencia adaptándonos a niños y fue cuando lanzó los cuadernillos amarillos, para operaciones y problemas. Todo el mundo los recuerda por los colores». En 1956 se saco a la venta el primer cuadernillo y tan sólo unos años después, en 1962, salieron los primeros ejercicios de escritura . Incluían mucha ortografía. «Mi padre, cuando enseñaba caligrafía lo hacía inventado una serie de frases un poco enrevesadas, donde se trabajaban las letras que solían tener mayor problema: la h, la b, la v, acentos…».Y ahí llegaron los años del Renault Gordini . Los largos viajes. «Por lo que me contaba mi padre, eran tiempos muy difíciles. Porque el producto, seguramente, era muy avanzado para su época y, de hecho, lo pasó muy mal hasta finales de los 70 y principios de los 80».Plantilla de 25 En esas décadas, se desarrolló la primera edad de oro de Cuadernos Rubio. Don Ramón dejó el banco. Sus empleados de la Academia echaban horas extra en la imprenta familiar. Hoy la firma cuanta con 25 empleados en plantilla-. Los de la Academia recogían pedidos. Despachaban envíos. «Teníamos una casa que eran dos pisos unidos, en una parte se imprimían artesanalmente las fichas de la academia. Era una imprenta , pero de las que las hojas se imprimían una a una«, relata Enrique.Rubio llegó a vender hasta 10 millones de cuadernillos en un ejercicio en aquellos años. En pesetas, la facturación podía rondar los 100 millones –unos 600.000 euros–. «Vendemos mucho porque tenemos un producto muy asequible, pero sin grandes cifras de facturación», incide Rubio. En los años 80 los cuadernos no pasaban de 25 pesetas. Hoy rondan 1,4 euros. OTROS AL PRINCIPIO noticia Si El Festival de Teatro de Almagro: así siguen Lope y Calderón reventando la taquilla cuatro siglos después noticia Si Pressto, el tinte más español: «Nos empeñamos en tirar la etiqueta… Un gran error» noticia Si San Ginés, el ‘after’ de La Movida que exporta el chocolate con churros a EE.UU.—Los británicos tienen el ‘método Oxford’, su padre nos dio el ‘método Rubio’, ¿se puede decir que es el inventor de los cuadernillos escolares?—Inventar es una palabra muy fuerte. Lo que hizo fue popularizarlos, eso sí.—¿El niño de la colchoneta azul siempre quiso seguir con la empresa familiar?—Yo soy el mediano de los hermanos, pero mi padre me eligió a mí. Me licencié en Económicas y trabajaba con él. Aunque él era un empresario tradicional que se encargaba de todo. El problema llegó en 1996. Se puso malito, con una enfermedad grave y de un día para otro tuve que empezar a dirigir la empresa. RUBIOLlegaron turbulencias. En los 90, Rubio sufrió una caída de ventas. Además, otras editoriales habían empezado a vender también cuadernillos. «Economía de mercado», señala, comprensivo, Enrique. Él empezó a estudiar la situación. Rubio se había cambiado al color, buscando una impresión que pareciera más lúdica . De alguna forma, se perdió algo la identidad. «Mucha gente me preguntaba, ‘ah, ¿pero todavía existen los cuadernillos Rubio?’ Y era como una puñalada, como si se alegraran de que hubiéramos perdido el monopolio que teníamos en los cuadernillos de escritura y matemáticas», recuerda Rubio. Lejos de amilanarse, el hijo reaccionó: «Ahí empezó mi verdadera vocación, porque yo de pequeño quería ser psicólogo o psiquiatra». Ahora tenía una misión. Volver al origen. Honrar el legado. Rubio se adentró en su propia historia. «Fue un momento duro y apasionante. Me di cuenta de que la empresa necesitaba un cambio muy muy importante. Todos conocemos muchas empresas familiares, pero siempre digo que de la marca no se vive «. Enrique recuperó la esencia y el método. El »hacer fácil lo difícil« de su padre. De ese modo, volvió al espíritu de la firma, recuperó el toque ‘vintage’.La llamada de ‘Cuéntame’ Por esa época le sonó el teléfono: «¿Tienen cuadernillos de los antiguos?», preguntaron. «No, no teníamos», relata Rubio. «Volvieron a llamarme al poco y me dijeron que los habían comprado en el Rastro. Yo también he comprado cosas para las colecciones de nuestro museo», revela. Le hemos hecho la foto en él, en un pupitre de los años 50. La llamada, por cierto, era de la productora de ‘Cuéntame’ . Necesitaban el material para la primera temporada. Como la serie, Enrique miraba al pasado. También al futuro. Diseñó cuadernillos para trabajar con personas mayores. Se metió de lleno en el ‘lettering’, en el arte de la buena letra. ¿Acaso no era eso lo que había empezado a hacer su padre?. «Hemos vendido 300.000 de estos cuadernos en los últimos 4 años «, cifra. Cada uno de ellos contiene más de 100 páginas y cuestan bastante más que los pequeños. ¿Está de moda el ‘lettering’? «Sí», contesta el directivo sin titubear. Lo explica: «Es la reacción a la reducción que, desde los años 90, ha experimentado la escritura a mano. Escribimos mucho en pantallas, se componen mal las frases, con faltas… La gente está saturada. Esto es lo contrario y además, relaja».Durante la pandemia, recuerda, «todos volvimos a hacer cosas manuales». Fue una época en la que los Cuadernos Rubio fueron ayuda, refugio y pasatiempo en miles de casas españolas.La vuelta a la buena letra, de lo manual… Enrique Rubio es un optimista del papel. Su firma se ha lanzado también al diseño de cuadernillos digitales, pero el 99% de sus ventas son en papel . No es que siga confiando en el formato, es que lo hace también en su proyección. Sus cuadernillos se han traducido al alemán y, desde hace dos años, pueden encontrarse en Colombia, México y EEUU. De cara al futuro, Rubio, como empezó a hacer su padre en sus cuadernos, plantea una sencilla operación matemática: «Tenemos una sede con mucha capacidad de crecimiento y en el mundo hay más de 300 millones de personas que hablan español».

01 / Jul / 2024 04:24